Soñaba, tal vez despierto, soñaba entre sueños, que salía de esas cuatro paredes, y volvía a pisar la hierba fresca, a sentir en la planta de sus pies descalzos sus tallos tiernos, a notar el contacto con la tierra húmeda, a oler el aroma a césped recién cortado, a fijar sus ojos en las diminutas gotas de rocío…
Desde que empezó el tratamiento, casi siempre soñaba en las cosas cotidianas que antes solía hacer, esos recuerdos que eran capaces de erizar su piel y que ahora deseaba revivir.
Miró su brazo y sintió como gota a gota volvía a vibrar la vida, cerró sus ojos y se dejó mecer por los recuerdos.
Apartó las sábanas blancas, se dirigió hasta la puerta, la abrió y descendió por las escaleras hasta un enorme jardín. Tocó la suavidad de los pétalos de las rosas, aspiró su aroma delicado y profundo, sintió la brisa fresca de la noche en su rostro, contempló el brillo de las estrellas y la luz de la luna... y en ese sueño profundo y deseado, descubrió la belleza y la fugacidad de la vida.
Qúe delicia de texto, cómo tocas el corazón con las palabras precisas que emocionan y llegan al alma. Un abrazo
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