UN SEDUCTOR ÁLBUM AGRIDULCE QUE CUENTA MUCHO MÁS QUE UNA ROMÁNTICA HISTORIA DE AMOR, NOS HACE REFLEXIONAR SOBRE LA MAGIA DE LA COMUNICACIÓN NO VERBAL Y SOBRE LAS DESIGUALDADES SOCIALES.
LA GRAN FÁBRICA DE LAS PALABRAS
AGNÈS DE LESTRADE
A través de unas magníficas
ilustraciones de Valeria Do Campo,
cargadas de detalles y simbolismo, nos transporta a un extraño país color
sepia, dónde la gente casi no habla ya que hablar es caro y tienen que comprar
las palabras y tragárselas para poder pronunciarlas. En ese país la fábrica de
palabras no para día y noche. Todas las palabras no cuestan igual. Los que no tienen dinero tienen que rebuscar
en los cubos de basura, entre los desperdicios, pero sólo encuentran palabras
que tienen poca utilidad. A veces los niños las pueden atrapar al viento con
sus cazamariposas. Bruno, el protagonista, ha cazado tres palabras “cereza,
polvo y silla” y las guarda para Andrea, a la
que le hubiera gustado decirle “te quiero” pero no tiene suficiente
dinero. A pesar de no tener las palabras adecuadas para expresarle sus
sentimientos, Bruno le sonríe y ella le corresponde, se crea así una magia
especial, una gran complicidad entre ellos.
Aparece Óscar arrogante y con muchas
palabras bonitas para Andrea puesto que sus padres tienen dinero. Pero la
fuerza de los sentimientos de Bruno a pesar de tener solo tres palabras
“cereza, polvo y silla” hace que lleguen hasta Andrea como si fueran piedras
preciosas transmitiendo toda la intensidad de su mundo interior.
Agridulce contraste, los pobres rebuscando palabras en las basuras y el
romántico final en el cual los sentimientos y la comunicación no verbal, las
miradas y las sonrisas de los protagonistas pesan más que las palabras caras.
Esta historia es un buen recurso
para reflexionar sobre la magia de la
comunicación y analizar la importancia de las habilidades comunicativas. Tan
importante es lo que decimos como cómo lo decimos. Gestos, miradas, sonrisas,
volumen, tono, entonación, proximidad… tienen un gran poder comunicativo que
transforman el significado de nuestras palabras. Aunque tener un amplio y rico vocabulario que nos permita expresar
nuestro complejo mundo interior, nuestras emociones y sentimientos, con claridad
y precisión, nos hace sentirnos seguros y nos da confianza; nuestro cuerpo está
constantemente expresándose a través de nuestra forma de ser y comportarnos.
En esta historia en la que las
palabras cuestan dinero y están al alcance de los que tienen mayor poder
adquisitivo, se reflejan las desigualdades
socioeconómicas como un obstáculo difícil de superar y da pie a analizar
que en la realidad también existe una correlación entre alto nivel económico y mayor
posibilidad de acceso a la cultura y dominio del lenguaje, con la
consecuente mayor seguridad a la hora de afrontar las diferentes situaciones de
la vida. También permite debatir sobre formas de enriquecer nuestro lenguaje sin gastar dinero.
A pesar de tener diferentes lecturas, el mensaje que prevalece en esta romántica historia es que por encima de la clase social a la que pertenecemos y de las palabras que utilizamos, existe una comunicación que es capaz de superar la barrera social y modificar el significado de nuestras palabras; se trata de nuestra actitud, nuestras sonrisas y miradas, nuestro tono y entonación... capaces de expresar con mayor eficacia la intensidad de nuestros pensamientos, lo que sentimos y deseamos. Una magnífica lección de vida.
A través de unas magníficas
ilustraciones de Valeria Do Campo,
cargadas de detalles y simbolismo, nos transporta a un extraño país color
sepia, dónde la gente casi no habla ya que hablar es caro y tienen que comprar
las palabras y tragárselas para poder pronunciarlas. En ese país la fábrica de
palabras no para día y noche. Todas las palabras no cuestan igual. Los que no tienen dinero tienen que rebuscar
en los cubos de basura, entre los desperdicios, pero sólo encuentran palabras
que tienen poca utilidad. A veces los niños las pueden atrapar al viento con
sus cazamariposas. Bruno, el protagonista, ha cazado tres palabras “cereza,
polvo y silla” y las guarda para Andrea, a la
que le hubiera gustado decirle “te quiero” pero no tiene suficiente
dinero. A pesar de no tener las palabras adecuadas para expresarle sus
sentimientos, Bruno le sonríe y ella le corresponde, se crea así una magia
especial, una gran complicidad entre ellos.
A pesar de tener diferentes lecturas, el mensaje que prevalece en esta romántica historia es que por encima de la clase social a la que pertenecemos y de las palabras que utilizamos, existe una comunicación que es capaz de superar la barrera social y modificar el significado de nuestras palabras; se trata de nuestra actitud, nuestras sonrisas y miradas, nuestro tono y entonación... capaces de expresar con mayor eficacia la intensidad de nuestros pensamientos, lo que sentimos y deseamos. Una magnífica lección de vida.
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