LOS DÍAS FELICES
BERNAT CORMAND
ABUENPASO, 2018
Un álbum que nos cuenta una historia sugerente y evocadora de amistad, de amor, de apego… entre dos niños, que nos transporta a los años dulces de la infancia, a nuestra propia historia personal.
Nos habla de la percepción tiempo y de la felicidad, de la brevedad de los momentos felices, de las pequeñas cosas y experiencias compartidas que despiertan un volcán de emociones que nos unen y conectan para siempre. También, de la ausencia, del hueco que deja en nuestra alma, difícil de llenar, sintiéndonos huérfanos, perdidos.
Un álbum delicado, que permite múltiples lecturas según la sensibilidad del propio lector, adaptándose a la experiencia individual.
No importa el lugar, el sexo de los protagonistas… es una historia sensible e intensa a la vez, universal, humana, de infancia, de aprendizaje de vida.
La casualidad hace que Jacob entre en la vida del protagonista y desde entonces se vuelven inseparables. Juntos comparten experiencias y aficiones, a ambos les gusta escuchar el sonido de las alas de los colibrís, leer cuentos para viajar a otros lugares, contar los segundos que aguantan bajo el agua, llamar a la puerta de la casa encantada y salir corriendo… “Y lo que más nos gustaba era esconder cosas en el agujero de un árbol, una forma de comunicarnos cuando no podíamos vernos”. Un barco de papel, un lápiz gastado, unas piedras, una cabeza de muñeca… esos pequeños objetos simbólicos que nos unen, que nos conectan con la vida vivida, con la experiencia compartida. Pero un día, Jacob se va del pueblo, desaparece como si se lo hubiera tragado la tierra. La ausencia, nudo en el estómago, un vacío irreparable, hasta que nuestro protagonista recuerda el árbol, ese ritual símbolo de su amistad, de su amor… que los mantiene conectados a pesar de la distancia.
Textos sencillos, cuidados, evocadores… e ilustraciones delicadas, bellas, de tonos claros, pastel… nos descubren con una gran sensibilidad todo un universo infantil en el que la experiencia compartida sin importar el sexo, crea una conexión, un intenso apego que despierta todo un caudal de emociones y nos proporciona un aprendizaje de vida dejando una huella imborrable.
La casualidad hace que Jacob entre en la vida del protagonista y desde entonces se vuelven inseparables. Juntos comparten experiencias y aficiones, a ambos les gusta escuchar el sonido de las alas de los colibrís, leer cuentos para viajar a otros lugares, contar los segundos que aguantan bajo el agua, llamar a la puerta de la casa encantada y salir corriendo… “Y lo que más nos gustaba era esconder cosas en el agujero de un árbol, una forma de comunicarnos cuando no podíamos vernos”. Un barco de papel, un lápiz gastado, unas piedras, una cabeza de muñeca… esos pequeños objetos simbólicos que nos unen, que nos conectan con la vida vivida, con la experiencia compartida. Pero un día, Jacob se va del pueblo, desaparece como si se lo hubiera tragado la tierra. La ausencia, nudo en el estómago, un vacío irreparable, hasta que nuestro protagonista recuerda el árbol, ese ritual símbolo de su amistad, de su amor… que los mantiene conectados a pesar de la distancia.
Textos sencillos, cuidados, evocadores… e ilustraciones delicadas, bellas, de tonos claros, pastel… nos descubren con una gran sensibilidad todo un universo infantil en el que la experiencia compartida sin importar el sexo, crea una conexión, un intenso apego que despierta todo un caudal de emociones y nos proporciona un aprendizaje de vida dejando una huella imborrable.
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