VIAJE FUGAZ
Hay momentos en que el pasado y el presente se funden en el tiempo.
Sentada en la orilla de la playa, siente en sus piernas desnudas la humedad de la arena mojada… el vaivén de la espuma blanca que insistente lame con cada nueva embestida cada milímetro de su cuerpo anhelante de mar, de aire, de sal… por un instante, se funde en arena y agua, en ese baño de burbujas que inunda y abraza… y en el huir de la ola, la caricia del sol, cálida…
Mecida por los sonidos del mar, observa sus manos... que ahora le parecen pequeñas, que juegan a levantar castillos, que intentan atrapar un puñado de vida, de mar, de arena y agua…
Pero, tan sólo un instante dura la ilusión, gota a gota, entre los huecos de sus dedos… vida, mar, arena y agua, escapan buscando la libertad. Ella ya lo sabe, cristalizar la belleza de este instante, tal vez, sea imposible y... vuela, recuerda, viaja…
A lo lejos, niños que juegan, que ríen y gritan, con esa alegría contagiosa de la infancia en libertad… y, una voz que la llama: que no te alejes, que ten cuidado, que la gorra, que nos vamos… La voz melódica y acogedora de su madre, una voz que protege, besa, cuida, sostiene, confía… Ahora, esa voz, a la orilla del mar por un instante fugaz la devuelven a ese útero materno húmedo, cálido, seguro...
De nuevo, levanta su mirada que vuelve a navegar entre azules hasta perderse en el perfecto horizonte. Y así, absorta en el infinito, donde el tiempo, ayer y ahora, se funden y confunden, una mano pequeña que le acaricia el pelo, unos brazos que la abrazan y una voz de niña que le pregunta: -mamá, hacemos un castillo?-
De repente, como una ola inesperada en un día de mar en calma, la voz de su hija la despierta, devolviéndola a la realidad, al presente, a la vida.
Mecida por los sonidos del mar, observa sus manos... que ahora le parecen pequeñas, que juegan a levantar castillos, que intentan atrapar un puñado de vida, de mar, de arena y agua…
A lo lejos, niños que juegan, que ríen y gritan, con esa alegría contagiosa de la infancia en libertad… y, una voz que la llama: que no te alejes, que ten cuidado, que la gorra, que nos vamos… La voz melódica y acogedora de su madre, una voz que protege, besa, cuida, sostiene, confía… Ahora, esa voz, a la orilla del mar por un instante fugaz la devuelven a ese útero materno húmedo, cálido, seguro...
De nuevo, levanta su mirada que vuelve a navegar entre azules hasta perderse en el perfecto horizonte. Y así, absorta en el infinito, donde el tiempo, ayer y ahora, se funden y confunden, una mano pequeña que le acaricia el pelo, unos brazos que la abrazan y una voz de niña que le pregunta: -mamá, hacemos un castillo?-